Querido amor mío,
Te imploro desde el más puro estado de desesperación, mi amor. Los recuerdos me acechan por los rincones. En las sombras, me observan abisales. Es como si esperaran una reacción por mi parte, como si supieran que mi conciencia no está en paz.
Te imploro desde el más puro estado de desesperación, mi amor. Los recuerdos me acechan por los rincones. En las sombras, me observan abisales. Es como si esperaran una reacción por mi parte, como si supieran que mi conciencia no está en paz.
A veces oigo ruidos por las noches, y sé que eres tú
quien me persigue. Hasta tengo alucinaciones... Veo tus ojos azules sobre un
fondo sombrío azabache. Estas visiones me atormentan.
La culpa es mía y sólo mía, sé que permití que te
marcharas. Yo dejé ir a tu corazón y ahora tu recuerdo me persigue, incansable,
por los recovecos de mi habitación.
Tengo un cuarto agradable, como bien sabes, pero
últimamente está algo oscuro. Cuando me
acuesto a dormir, miro por el amplio ventanal que se extiende a lo largo del
cuarto y, precisamente ayer me pareció oír el crujido chirriante de la madera
del marco, abriéndose el ventanal por una ráfaga de viento gélido, que me
congeló la expresión de terror con la que me desvelé. También he oído, de tanto
en tanto, que el cajón de mi mesita de noche en el que guardo las que eran
nuestras pertenencias comunes, se abre sin explicación alguna.
Como bien sabes, nada de esto se lo puedo contar a mi
madre, tan escéptica como es ella. Así que no me queda más remedio que
refugiarme en mis propios pensamientos, hasta alcanzar la locura. Reconozco mi
responsabilidad, sé que me merezco el sufrimiento pero, aún así, no tengo
consuelo.
Es por todo esto que mi destino debe ser estar junto a
ti, reunirme contigo en un mundo donde no existan ni peros ni porqués. Donde
podamos estar juntos para la eternidad al fin... Y es que añoro tanto tus
besos.
Debí haberte impedido aquel día que te marcharas.
Cuando cruzaste el umbral de la puerta, sabía que iba mal, después de aquel
sueño tan horrible, en el que conforme atravesabas una puerta, no volvías
jamás. Abandonaste este mundo intentando hacer lo que más querías; tu trabajo,
tu vida. Por eso no tengo nada que reprocharte por no haberme creído cuando te
dije que temía perderte para siempre. Pero ojalá yo hubiese podido impedir que
te montaras en el coche esa mañana... Tal vez no te habrías visto envuelto en
aquel maldito accidente. ¡No desesperes! Sé que este no es mi sitio, ya no lo
es. En breve me reúno contigo, mi amor. Mientras te escribo esta carta, tengo
el remedio de mi existencia ante mí, los potentes analgésicos de mi madre.
Realmente no sé si puedes leer esto, pero espero que tu presencia inmortal te
lo permita. Gracias por amarme estos diez increíbles años.
P.D.: Ahora no temas... Ya vuelvo contigo.
P.D.: Ahora no temas... Ya vuelvo contigo.
Ohh! Un hermoso aunque sobrecogedor texto, ¡me encanta!
ResponderEliminarSigue escribiendo así ^^
Un abrazo y pásate cuando quieras :3
¡Muchísimas gracias!
EliminarUn beso enorme.